Trabajar en un zoológico, opinión de Marta

  • Marta Coca Fernández, alumna del Curso superior en enfermería veterinaria general, ecuestre y exóticos ha realizado sus prácticas en el Zoo de Granada y nos cuenta cómo ha sido el trabajo en el zoológico.
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Trabajar en un zoológico, opinión de Marta

OPINIONES TRABAJAR EN UN ZOO

 

Marta Coca, alumna del Curso superior en enfermería veterinaria general, ecuestre y exóticos ha realizado sus prácticas en el Zoo de Granada y nos cuenta cómo ha sido el trabajo en el zoológico.

 

Mi jornada empezaba a las 7 de la mañana de lunes a viernes en el zoo de granada, y aunque sus puertas no abren  hasta las 10, había que tener todo preparado para el comienzo de las visitas.

 

La primera y la segunda semana me destinaron a la sección acuática, aquí debo ser sincera con vosotros, y es que nunca me había llamado la atención los peces, sinceramente creía en eso de que un pez tiene una memoria de unos tres segundos, pero al trabajar con ellos me lleve una grata sorpresa.

 

Primero les preparaba la comida acompañada de dos acuaristas que me ayudaban y me explicaban todo de aquello que preguntaba. Preparábamos una bandeja con seis montoncitos de distinto tamaño, tres para aquellos peces herbívoros con espinacas y guisantes y tres para los carnívoros con pescado, gambas y mejillones; por último lo recubríamos todo con aporte de calcio.

 

También preparábamos la comida de los tiburones, los cebra y los puntas negras, y de las rayas, que comían un día sí y otro no. Preparábamos una bandeja de tres kilos o más de distintos tipos de pescado, chipirones y calamares. Después de esto, mis compañeros cogían una especie de palo largo, colocaban algo de pescado en uno de sus extremos y lo sumergían en el tanque de los tiburones; era impresionante ver cómo estos animales daban círculos alrededor del palo y luego devoraban el trozo de pescado con tanta fuerza que un día casi me tiran el palo al agua. Pero lo que más me gusto de esta experiencia fue darle de comer a la raya, mis compañeros me explicaron que tenía que ponerme un trozo de pescado encima de la mano y, agachándome, meterla muy extendida en el agua y esperar a que la raya se acercara; cuando se acercó y vi que comía de mi mano  fue un momento maravilloso.

 

Después daban de comer al resto de los peces con la bandeja que previamente habíamos preparado. Acompañaba a mis compañeros para aprender cómo lo hacían, veía como los peces se daban cuenta de nuestra presencia y subían todos a la parte superior del acuario para que los alimentáramos; hasta había un pez globo, mi favorito, que comía de la mano y siempre se apartaba del resto para que te acercaras con tu trocito de mejillón para él solito.

 

Al final de cada jornada, limpiábamos todos los acuarios de excrementos y restos de comida con un sifón.

 

En la tercera semana me ocupé de los mamíferos. También empezábamos la jornada preparando su comida, pero al ser animales de diferente tamaño y forma, teníamos que cortar diferentes cantidades de alimento y de diferente tamaño. Por ejemplo, a los monos perezosos de dos dedos teníamos que cortarle la fruta y la verdura alargada, ya que tienen largos dedos; mientras que la comida de los lémures y de los monos titis debía tener el tamaño adecuado a sus manitas. Y también debíamos alimentar a ciertas aves, así, cortábamos en trocitos la comida de los tucanes trompeteros, ypecahas  y cotingas, para que pudieran cogerlos con sus picos.

 

A continuación, mis compañeros y yo nos metíamos en los cobijos para limpiarlos y tenerlos preparados para cuando los animales regresaran para descansar. Y después llegaba mi parte favorita del día, el enriquecimiento, que consistía en darles la comida a los animales de tal forma que ellos debieran sacar su ingenio para encontrarla, de manera semejante a como lo harían en su entorno natural. En el caso de los lémures y titis encerrábamos la fruta en una especie de jaula para que debieran cogerla ellos con sus manos, y en el caso de las aves, colgábamos distintos tipos de fruta en una cuerda para que fueran picoteando (Curro, el tucán, era sin duda el más avispado y había que estar pendiente de que no le robase comida a los titis).

 

La última semana estuve en la sección de reptiles, donde había ranas, tritones, tortugas… En este caso la comida ya estaba preparada y consistía en insectos de distinto tipo. El animal más aterrador que tenían era el varano acuático, o gordito, como lo llamaba su cuidador. Este reptil comía pollitos ya muertos; su cuidador también utilizaba el enriquecimiento para mantenerlo en forma, pues sacaba a este animal a la pasarela (eso sí, cuando no había gente…) y con unas pinzas largas arrastraba el pollito por el suelo para que el varano saliera corriendo tras él.

 

 

También ayudé a la veterinaria recortando las plumas de los trompeteros para que les resultase más fácil planear, anestesiamos a un titi para realizarle una radiografía en un chequeo y preparábamos los aportes de vitaminas que necesitaban los tiburones en capsulas para meterlas en los tozos de pescado.

 

En conclusión fue una experiencia maravillosa y gratificante, estuve rodeada de personas muy profesionales y atentas gracias a las que aprendí muchoGracias a estas prácticas descubrí mi verdadera vocación, ser cuidadora de exóticos.

 

¡Muchas gracias por compartir tu pasión y te animamos a conseguirlo!

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